He pensado ríos de palabras
que sin poder encauzar
y llevar hasta un pantano donde poder
utilizarlas,
poco a poco se han precipitado por
cascadas;
que pulverizando cada gota
dan lugar a una neblina de letras
que no tienen recuerdo
y que son arrastradas,
muchas de ellas,
en su caída,
hacia una rivera del olvido
donde crecerán sin ser leídas
las más bellas frases
y los más tristes versos.
A veces, ha sido Morfeo,
quien apiadándose de mi pena
ante semejante pérdida,
me ha llevado de la mano
a este Nirvana de las poesías
y con paciencia,
ha esperado horas velando mi sueño,
a que de entre todos aquellos
florecientes versos
eligiese uno para poder despertar con
él
y plasmarlo rápidamente en un papel,
rescatándolo del olvido,
y dedicártelo a ti.
Siempre podrás saber
cuál es el verso rescatado,
ya que destaca sobre todos los demás,
ya sea en alegría, amor o pena.
Unas veces
intenta esconderse él mismo, tímido,
siendo el más pequeño del poema.
Otras, sin embargo,
orgulloso de su fuerza,
se crece iluminando con su grandeza
a todos los demás,
los cuales suspiran por llegar,
algún día, a ser como él.
Pero al final, todos estos versos
que saben que una vez fueron
olvidados,
ansían, de cualquier manera,
hacerse un hueco
y conseguir así, por tanto,
la inmortalidad
en tu memoria y en tu corazón.
Pero el verso secreto,
el que se esconde dentro de esa
jungla,
cuelga de un árbol,
como la manzana prohibida del Edén.
Este verso,
que no es otro que tu nombre,
Irene,
es tan versátil y sutil
que es un poema en sí mismo.
Y como Adán,
me siento tentado a pronunciarlo,
pero lo hago susurrando,
con miedo de que al decirlo en alta
voz
se escape resonando como un eco
entre los valles de este paraíso lírico.
Antonio Espacio García
Toulouse 2012
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